Hoja de Ámbar
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El suceso del pantano. Batalla en Rocal.

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Mensaje  Laurence Sáb Jul 10, 2010 1:13 pm

- ¡Corred! - Grito el loco brujo a las espaldas del caballero.
- ¡Nos han visto! - Se giro y sintió un fuerte pinchazo en el pecho. - Ugh... -
Cayo de rodillas, agarrando la flecha que adornaba su armadura y la teñía de un color carmesí. - ¡Drakenian! - Miro desde donde venia el grito, un elfo estaba en la misma situación que el, todos sus compañeros lo estaban. Respiro hondo, se levanto, agarrando con fuerza su arco y llevándose una mano a la espalda, sacando una flecha del carcaj y colocandola, preparándose para pagar con la misma moneda.
- Ugh... - Retrocedió unos pasos, se llevo las manos al costado, notando como esta se humedecía y algo casi no le dejaba respirar. Una segunda flecha, volvía a decorar su armadura de una forma mortecina.

Vamos William... no es el momento ni el lugar... vamos... vamos... Oía en su cabeza.

Se tambaleaba, la vista se le nublaba, vio al brujo correr hacia el pantano, como Drakenian corría tras el y sus compañeras intentaban ponerse a salvo.

Ahora William, ahora...

Corrió tras el elfo, intentando no perder el equilibrio por el fango del pantano, sabiendo que si caía, no volvería a levantarse.

- ¡Atrás! - Oía gritar al brujo. - ¡Atrás! - Los vio. El elfo y el brujo, ellos solos, luchando contra una horda de enemigos, resistiendo, aguantando, un acto por sus compañeros que nadie reconocería.

Hijo, cuando luchas, aquel que esta a tu lado, tiñendo su espada con la sangre del enemigo, resistiendo hombro con hombro contigo, se convierte en un compañero, no importa su raza, o bandera, no importa su ideología o principios. Lucha contigo, muere contigo. Eso es un compañero.

Corrió y se coloco junto a ellos, el elfo le miro y sonrió antes de abatir velozmente a un orco con su daga.
Silbidos en el aire, por acto reflejo levanto su escudo, dos sonidos de metal contra metal, dos flechas cazando al león que su escudo tenia dibujado, una mirada rápida, sus dos compañeros tendidos en el barro, flechas en su cuerpo, sangre en el suelo.

Miro atrás, solo.

¿Por que te digo lo del compañero? Jaja, hijo mio... a un compañero nunca se le abandona.

Noto algo que le oprimía la garganta. ¿Ganas de gritar? no lo creo... Paro el embate de un orco con su escudo, giro sobre si mismo y hundió su espada en el estomago del mismo.
Miro hacia atrás, podía huir, salvarse, volver. Sobrevivir...

Jaja, hijo mio... a un compañero nunca se le abandona.

Los miro, dispuesto a dar su vida para que ellos huyeran, ¿querrían que el huyera? ¿ellos se quedarían por el? No lo sabia, y tomo una decisión.

Sus botas se hundieron en el barro, colocándose delante de los dos heridos, un ultimo aliento, su ultima defensa. El grito de los orcos rasgo la noche, vio como corrían hacia el. Su espada golpeo con poca fuerza dos veces su casco, preparándose.

¿Miedo? Jajaja, hijo mio... Claro que tengo miedo, miedo a la muerte, a perder a los que quiero. Todos lo tenemos, solo que algunos lo afrontamos y lo usamos. No hay peor enemigo, que ese ratón acorralado, forzado a luchar contra las fauces del gato.

- ¡Ven a por mi hijo de perra! - Grito al orco que salio de la espesura en su dirección adelantado a un segundo.
El orco choco contra el escudo del caballero, este, se inclino y lo lanzo por encima suya, giro sobre si mismo, notando como su espada desgarraba la carne del orco que tenia delante. Volvió atrás y remato al primer enemigo.

- No... no puedo mas... - Dijo mientras se tambaleaba. Miro a sus compañeros. - Os he... fallado. -

Recuerda hijo, hasta tu ultimo aliento, hasta que la espada se quiebre y el escudo se parta.

Otros dos orcos salían de la espesura mientras las flechas silbaban a su alrededor.
- ¡Venid bastardos! - Grito el caballero con voz ronca, con el pensamiento de que si moría, se llevaría a tantos como pudiera por delante.
Evadió el hacha del primer orco, agachándose y clavandole su espada en el estomago. El segundo lo derribo, cayo desarmado al suelo y rodó notando como la maza del orco, golpeaba el suelo, donde había estado su cabeza. Se levanto agazapándose y saltando, agarrando al orco por la cintura y tirándolo al suelo. Se quito el casco, lo agarro con las dos manos y comenzó a golpear la cara del orco con el, notando como sesgaba la vida, como el casco tornaba un color oscuro, un color a muerte.

Recogió su espada y lo noto. Un momento de tregua, unos segundos. Podía sacar a uno de ellos, podía salvarle, huir y sobrevivir. Miro a Drakenian, seria el quien saldría de esta. Su vista se fijo en Odon, el brujo. Había luchado por salvarlos, salvar a aquellos que tan mal le trataron en su día, un acto que pocas veces habia visto. Entonces algo invadió su mente.

Hijo, cuando luchas, aquel que esta a tu lado, tiñendo su espada con la sangre del enemigo, resistiendo hombro con hombro contigo, se convierte en un compañero, no importa su raza, o bandera, no importa su ideología o principios. Lucha contigo, muere contigo. Eso es un compañero.
¿Por que te digo lo del compañero? Jaja, hijo mio... a un compañero nunca se le abandona.

Respiro hondo, oyendo de nuevo los gritos, ahora o nunca, coger a Drakenian y huir. Negó con la cabeza. - No... -
Volvió a colocarse en la misma posición que en un principio, viendo como de nuevo, los orcos salían de la bruma.

Recuerda hijo, hasta tu ultimo aliento, hasta que la espada se quiebre y el escudo se parta.

Bañado en sangre, luchando en una batalla perdida, una muralla construida a base de sangre y sufrimiento, la ultima defensa para sus compañeros, la ultima oportunidad.
Corto la garganta del ultimo orco a la vista, noto como una flecha pasaba a pocos centímetros de su cara. - ¡Sigo en pie! - Grito abriendo las manos y gritando a la niebla. - ¡Venid a por mi! -
Mas orcos salieron de los arboles, esto no acababa. El primero cayo con una flecha atravesando su garganta, el segundo con dos adornando su pecho. Dejo caer su arco, las flechas dejaron de silbar por un momento, tranquilidad, paz.

¡Ahora, William, ahora!

Se acerco a sus dos compañeros, se arrodillo entre ellos, colocándoselos a duras penas sobre sus hombros, notando como sus botas se hundían en el barro por el peso.

Cuando no sepas de quien es la sangre que cubre tu espada, cuando las heridas no te dejen pensar, cuando notes que cada segundo que estas vivo es un regalo, que deberías estar muerto, pero sigues en pie por tus compañeros...

- ¡Yiaaarghh! - Grito al levantarse cargando a sus compañeros.

Seras un soldado, hijo mio.

La melodía que emitían las flechas al cortar el aire volvió a sonar, corrió como alma lleva el diablo, no notaba las heridas, no notaba el peso de sus compañeros, su cerebro solo daba la orden de dar un paso tras otro.

- El... el campamento... - Susurro al llegar al mismo. Dejo a sus compañeros en el suelo y cayo rendido junto a un carro, apoyando la espalda en su rueda, cerrando los ojos poco a poco.
- ¡Drakenian, Drakenian! - Pudo oír antes de cerrar los ojos.
Laurence
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