En Auberdine
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En Auberdine
Hacía más de un mes que Téano había llegado a Auberdine y la Hospedería estaba todavía llena de refugiados procedentes de Vallefresno. Astranaar debía ser ahora un emplazamiento fantasma, puesto que sus habitantes, lejos de retornar, miraban hacia atrás con miedo y buscaban otro lugar más seguro donde establecerse.
Incluso la milicia Hoja de Ámbar, muy mermada tras los devastadores ataques de la Horda, había decidido darle un nuevo rumbo a su existencia ampliando su campo de acción hacia el exterior; ayudando a los Aliados fuera de sus fronteras, para así ganarse apoyos en la defensa de los muy amenazados territorios Kaldorei. Y habían partido hacia las lejanas Tierras de la Peste. Prácticamente desierta debía haber quedado su base en la Atalaya de Maestra... Daban ganas de llorar.
La joven aprendiz de druida se había puesto a entera disposición de las autoridades de la localidad costera, como no podía ser menos. Pasaba los días cumpliendo los encargos que le encomendaban. Eran tareas que ponían a prueba su preparación y su paciencia, ya que en Costa Oscura las cosas no estaban tan calmadas como parecía. Téano hacía cuanto podía, aunque en muchas ocasiones regresaba a la ciudad descalabrada y malhumorada.
Cuando no salía a recolectar, se afanaba en atender a los más débiles. Le frustraba su propia falta de habilidad, puesto que solamente era capaz de aplicar los emplastos más básicos y precarios vendajes, pero intentaba suplirlo a base de buena voluntad y, sobre todo, mostrándose calmada y sonriente. Ofrecía su mano a quien deseara estrecharla y su oído a quien necesitara que le escuchasen. No podía hacer más, y nunca se permitiría hacer menos.
La luz solar se filtraba a través de la inmensa bóveda formada por las copas de los enormes y milenarios árboles, tiñendo la exuberante vegetación con los colores de la salvia y de la miel. Bajó de la roca y se aproximó al arbusto de un saltito para alimentarse de los jugosos frutos que éste le ofrecía. Su lengüecilla atrapó unos cuantos y se los llevó a la boca. Los saboreaba sin perder de vista el entorno, pues un descuido podía ser fatal.
Sus ojos, acostumbrados a la variada gama de verdes y marrones, de brillos y sombras, de juegos de luces en el frondoso tapiz que componía su mundo, oteaban incansables. Sus orejillas se movían en todas direcciones mientras diferenciaba cada sonido que componía la eterna canción del bosque, la hermosa melodía de la vida pura y salvaje.
Cuando se sintió saciada, trotó graciosamente hacia un manantial cercano. Tenía sed. Comprobó que estaba a salvo y, vigilante siempre, se agachó para beber. Sonrió para sí al reconocerse reflejada en las cristalinas aguas: Su incipiente cornamenta, sus grandes ojos, su pelaje de hembra jovencísima, su porte airoso...
Súbitamente, unos tirones provenientes del agua la sobresaltaron: ¡¿Qué?!... Y pegó un bote.
- .... gua? - La pequeña Ershareh tironeaba la camisa de la distraída iniciada.
- ¿Perdóon? - Téano dió un respingo, parpadeó y miró directamente a los plateados ojos de la niña kaldorei.
- Que si por favor nos traes un poco más de agua... - La cabellera color oliva de la refugiada se agitaba, ya impaciente.
Suspirando, se levantó para atender la petición, mientras se preguntó por enésima vez dónde tendría la cabeza: ¡Menudo despiste estaba hecha!
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OFF:
He perpetrado esta pequeña narración contando lo que se supone que ha estado haciendo (onrol) mi intento de duidilla durante este tiempo. Espero no haber metido la pata en cuanto a la situación relatada, y es que he preguntado, pero no he conseguido aclarar si había muchos o pocos refugiados... etc. Comentadme los errores, para que los corrija.
Sé que me paso poco por acá, sin embargo pienso en vosotros.
Gracias por vuestra hospitalidad, disculpad el tostón y... ¡nos vemos en el juego!
Incluso la milicia Hoja de Ámbar, muy mermada tras los devastadores ataques de la Horda, había decidido darle un nuevo rumbo a su existencia ampliando su campo de acción hacia el exterior; ayudando a los Aliados fuera de sus fronteras, para así ganarse apoyos en la defensa de los muy amenazados territorios Kaldorei. Y habían partido hacia las lejanas Tierras de la Peste. Prácticamente desierta debía haber quedado su base en la Atalaya de Maestra... Daban ganas de llorar.
La joven aprendiz de druida se había puesto a entera disposición de las autoridades de la localidad costera, como no podía ser menos. Pasaba los días cumpliendo los encargos que le encomendaban. Eran tareas que ponían a prueba su preparación y su paciencia, ya que en Costa Oscura las cosas no estaban tan calmadas como parecía. Téano hacía cuanto podía, aunque en muchas ocasiones regresaba a la ciudad descalabrada y malhumorada.
Cuando no salía a recolectar, se afanaba en atender a los más débiles. Le frustraba su propia falta de habilidad, puesto que solamente era capaz de aplicar los emplastos más básicos y precarios vendajes, pero intentaba suplirlo a base de buena voluntad y, sobre todo, mostrándose calmada y sonriente. Ofrecía su mano a quien deseara estrecharla y su oído a quien necesitara que le escuchasen. No podía hacer más, y nunca se permitiría hacer menos.
La luz solar se filtraba a través de la inmensa bóveda formada por las copas de los enormes y milenarios árboles, tiñendo la exuberante vegetación con los colores de la salvia y de la miel. Bajó de la roca y se aproximó al arbusto de un saltito para alimentarse de los jugosos frutos que éste le ofrecía. Su lengüecilla atrapó unos cuantos y se los llevó a la boca. Los saboreaba sin perder de vista el entorno, pues un descuido podía ser fatal.
Sus ojos, acostumbrados a la variada gama de verdes y marrones, de brillos y sombras, de juegos de luces en el frondoso tapiz que componía su mundo, oteaban incansables. Sus orejillas se movían en todas direcciones mientras diferenciaba cada sonido que componía la eterna canción del bosque, la hermosa melodía de la vida pura y salvaje.
Cuando se sintió saciada, trotó graciosamente hacia un manantial cercano. Tenía sed. Comprobó que estaba a salvo y, vigilante siempre, se agachó para beber. Sonrió para sí al reconocerse reflejada en las cristalinas aguas: Su incipiente cornamenta, sus grandes ojos, su pelaje de hembra jovencísima, su porte airoso...
Súbitamente, unos tirones provenientes del agua la sobresaltaron: ¡¿Qué?!... Y pegó un bote.
- .... gua? - La pequeña Ershareh tironeaba la camisa de la distraída iniciada.
- ¿Perdóon? - Téano dió un respingo, parpadeó y miró directamente a los plateados ojos de la niña kaldorei.
- Que si por favor nos traes un poco más de agua... - La cabellera color oliva de la refugiada se agitaba, ya impaciente.
Suspirando, se levantó para atender la petición, mientras se preguntó por enésima vez dónde tendría la cabeza: ¡Menudo despiste estaba hecha!
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OFF:
He perpetrado esta pequeña narración contando lo que se supone que ha estado haciendo (onrol) mi intento de duidilla durante este tiempo. Espero no haber metido la pata en cuanto a la situación relatada, y es que he preguntado, pero no he conseguido aclarar si había muchos o pocos refugiados... etc. Comentadme los errores, para que los corrija.
Sé que me paso poco por acá, sin embargo pienso en vosotros.
Gracias por vuestra hospitalidad, disculpad el tostón y... ¡nos vemos en el juego!
Última edición por Téano el Sáb Jul 24, 2010 6:00 pm, editado 2 veces (Razón : Erratas y Espaciado)
Téano- Mensajes : 5
Fecha de inscripción : 27/06/2010
Localización : Itinerante
Re: En Auberdine
((Fallo, en principio no veo ninguno. Actualmente la misión en tierras de las peste fue un fracaso, las tropas se retiraron y los centinelas retornan a Auberdine. Aynarah concretamente comenzará su partida esta noche, se había quedado rezagada algún tiempo más por culpa de sus heridas.
Muy chulo el relato =D
¡¡Hoja de ámbar!!))
Muy chulo el relato =D
¡¡Hoja de ámbar!!))
Re: En Auberdine
*Le tira de los mofletes a Teano*
Lasselanta- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 27/06/2010
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